Los volcanes son estrellas con un pie en la tierra y otro en el cielo. Lo mismo sucede con los Tiemperos, los hechiceros de Morelos que hablan con el agua y, con paso sonámbulo, atraviesan la realidad para hablar con las deidades y pedir buen clima al cielo.
El rito, que se remonta a tiempos prehispánicos y tiene herencia católica, continúa en el presente. Como una flama que no encuentra viento, la tradición persiste en las venas de sus brujos, quienes sólo pueden conseguir el don a través de la familia o una revelación a través del sueño.
Los campos oníricos no son el único jardín que cruzan, han conquistado las alturas de las montañas, donde los siguen sus fervientes creyentes. Aquí se encontraran múltiples ofrendas a la deidad, como: pan, fruta y sal. Hoy en día se han añadido guisos y otras piezas. La cruz es lo único que permanece constante en lo que parece ser una fractura en el tiempo, donde el modo de vida del nuevo siglo aún se desconoce.
Otra de las cosas que ha perdurado en misterio, es la naturaleza de las deidades con las que los tiemperos se comunican. Hasta ahora, se sabe que las entidades sagradas están conformadas por los “dueños”, los “ahuaques”, las “potencias”, las “divinidades”, los “santos”, los “muertos” y los “niñitos”. Cada uno constituye el conjunto de todos los entes a la vez. Por ejemplo, los “dueños” y “niñitos” pueden ser la misma presencia que representa el viento. Esto no sólo provoca una simbología cuyo cambio es constante, sino el retrato de una cultura que, como la naturaleza que representa, continúa activa.
La jerarquía resulta uno más de los rasgos de estas deidades. Su organización, más parecida a las ramas de un árbol, por su disposición espacial y no ascendente, es un murmullo de hojas que los tiemperos escuchan y disciernen. Un caso son los “dueños”. Si bien estas entidades sagradas se denominan así por su dominio sobre la naturaleza, poseen una estructura social muy parecida a la de los humanos. Se sabe que tienen mujer, hijos y salen a comer a las 12 del día, momento en el que no se puede alterar el orden del monte.
El lazo de los Tiemperos y entidades sagradas también resulta muy humano y está compuesto por varias partes. Primero, la relación que los tiemperos establecen con la naturaleza y la unión de conocimientos pragmáticos que se pasan de generación en generación. Segundo, la reciprocidad místico-ritual en la que los brujos no sólo reciben la piedad de los cielos, sino que retribuyen con ofrendas y regalos. Dado al intenso vínculo que se forja, el sueño tiene una importancia crucial. Cuando un tiempero sueña con un cerro, no sólo ve un puño de roca y tierra, sino una mujer o anciano. La “realidad”, escondida en los ensueños del brujo, es la mirada que presencian los mitos, escenarios y tramas que terminan por transmitirse de boca en boca.
La afluencia de “mensajes” es otra de las oportunidades que representa sumergirse en el torrente onírico. A partir de imágenes, voces o aromas, el hechicero es advertido de los lugares sagrados que han sido maldecidos y necesitan ser recuperados. La mayoría de dichos casos aluden a alguna cruz derrumbada y “boca abajo” o a la contaminación de agua sagrada que ellos depositan a los pies de la cruz principal. Aunque, la clarividencia mientras ellos duermen, puede resultar abrumadora.
Existen momentos en los que se muestra la oscuridad, las catástrofes naturales que podrían acaecer sobre la comunidad y sus cosechas. Por eso debe tenerse en cuenta que el sueño es un campo sagrado, una oportunidad de conocer el futuro. Para los realizadores de este ritual, la vida que conocen después de cerrar sus párpados es tangible y una oportunidad para conocer el paraíso. La comunión de realidades divinas y en conflicto se vuelve una verdad en la vida de los Tiemperos. Ellos se comunican con las deidades a través de los sueños, viven las catástrofes y observan el paraíso. Son como un volcán que mira el suelo desde lo alto y es el primero en enterarse de los cambios del cielo.
* Fuentes de consulta
*Alicia M. Barabas “Dones, dueños y santos”, Ensayo sobre religiones en Oaxaca, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Antropología e Historia/Miguel Ángel Porrúa, México, 2006
*Alicia Juárez Becerril, “Sobre las entidades sagradas”, Observar, pronosticar y controlar el tiempo. Apuntes sobre los especialistas meteorológicos en el Altiplano Central, UNAM, México, 2015.
*Julio Glockner Rossainz, “La nube y el sueño”, Ciencias, Num. 90, abril-junio, UNAM, México, 2008.
*Paula Carrizosa, “Tiemperos, hombres que garantizan las bondades de la tierra a través de un ritual granicero”, La Jornada de Oriente, 2015