Zacualpan de Amilpas es un poblado en Morelos que podría considerarse una ventana al mundo prehispánico. Sus piedras cuentan la historia de otros tiempos. Pasa lo mismo con su práctica más arraigada: el trueque. Gracias a este intercambio ancestral, Zacualpan se ha vuelto un atractivo turístico. Pero, sobre todo, ha demostrado que la cultura puede sobrevivir en el presente, con sus características de organización y simbolismo.
Por si fuera poco, el trueque se lleva a cabo en uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad: fuera del Exconvento de la Inmaculada Concepción. Allí, entre las cúpulas barrocas y los huertos, se permutan alimentos por alfarería, productos gastronómicos y aperos de labranza. Actualmente, el tianguis se coloca cada domingo y está compuesto por los mismos habitantes de la región, así como uno que otro viajero.
Muchos de los que van a cambiar objetos llegan temprano porque el trueque inicia a las seis de la mañana. La lista de objetos que pueden canjearse resulta interminable. Hay quienes llevan aceites, libros e incluso juguetes y ropa. Además, puedes también trocar tus servicios, como transportar o cargar alimentos.
Los historiadores locales hablan de esta costumbre como un estilo de vida muy arraigado en sus pobladores. Las razones van desde el sentido de pertenencia, el contacto con sus ancestros, hasta el vínculo emocional que crea el intercambio de materiales. Esto provoca que el lugar sea un espacio ameno y libre de tensiones. Aproximadamente, se calcula que esta tradición se lleva a cabo desde el año 1200 antes de Cristo y como toda forma de vida, tiene sus reglas.
La antropóloga Edith Pérez Flores, quien desde hace años estudia esta herencia cultural, dice que hay dos figuras importantes en el intercambio. Por un lado, están los “marchantes”, es decir, las personas que se dedican a pasar de puesto en puesto para ver qué cambiar; por otro lado, se encuentran los “pochtécatl”. Estos se dedican a tender sus productos en espera de algún postor. Por último, en esta región al trueque se le denomina “cambiada”. Su importancia se remite desde los Olmecas, civilización de antiguas rocas e historias de polvo. Ahora son los pobladores de Zacualpan quienes reviven la memoria.