Las calles de Zacualpan tienen un brillo incandescente; poder que emanan durante sus celebraciones y, sobre todo, recuerda el amor por la fiesta que hay en Morelos. Y es que en esta tierra, nuestra herencia tiene muchas caras y se dejan ver en los múltiples homenajes rítmicos que existen; por ejemplo en las danzas de las negras en Atlahuacan o la danza de los vaqueros de Tetelcingo.

En Zacualpan de Amilpas existe una que se ha realizado desde el siglo XX y destaca por ser una peculiar mezcla entre lo carnavalesco y lo religioso. Se le conoce como el desfile de las mojigangas y se hace cada último domingo del mes de septiembre para honrar a la Virgen del Rosario. En sus orígenes, era una farsa —obra de teatro breve y de carácter cómico— representada con máscaras y disfraces típicos en lugares públicos. Igualmente, en los corrales de comedias, las mojigangas eran un cortejo de actores que disfrazados bailaban al son de música estrepitosa. 

Un dato curioso es que estas fiestas se han realizado durante más de 180 años a la par de la Feria del Trueque (a finales del mes de septiembre), por lo que la memoria y la cultura morelense se viven en la representación de sus distintos eventos. El desfile termina cuando las bandas y los carros alegóricos llegan a la explanada del centro de Zacualpan. Una vez allí, todos los participantes bailan la típica danza del chinelo.

Sin embargo, y a pesar de la fuerte participación social en las mojigangas, esta fiesta ha ido desapareciendo del repertorio de celebraciones de Morelos. Por lo que, para evitar la desaparición de esta costumbre uno tiene que continuar asistiendo a esta fiesta, sacarse unos pasitos creativos, tal vez hasta alocados, y acompañar a las mojigangas con un disfraz o una máscara.