La historia de los chinelos es bien conocida. Hartos de no tener cabida en el carnaval –antes de la cuaresma– unos jóvenes indígenas se disfrazaron de españoles, con ropas viejas y, para divertir a los demás, los parodiaron con extravagante baile y grito. La ingeniosa burla derivó en el muy querido brinco del chinelo: un meneadito de cadera –mucho más complejo de lo que aparenta a primera vista– que a todo mundo le encanta imitar con brincos desordenados.
Se cuenta que fue en Tlayacapan, alrededor de 1850, cuando nacieron los chinelos. Afortunadamente, la tradición comenzó a expandirse por Morelos y esta figura es, sin duda, un signo morelense en todo el mundo. Con el tiempo, los municipios de Yautepec y Tepoztlán fueron perfilando la figura de su propio chinelo regional.
En cada lugar, cada comparsa trata de mantener vivas sus tradiciones personales y conservar el traje de chinelo de su municipio. Así, aunque compartan origen, no todos los chinelos son iguales y, además cada persona se da el gusto de reinterpretarlos; al fin y al cabo los chinelos son un signo de diversidad.
Te invitamos a descubrir qué chinelo te representa. ¿El de Tlayacapan con su humilde traje blanco? ¿El de Tepoztlán con su elegante terciopelo negro? ¿El de Yautepec, preciosamente ataviado con chaquira? ¿O tal vez una divertida variación contemporánea?
