Para revivir tu espíritu comunitario y el cariño por las tradiciones, nada como una escapada a Zacualpan de Amilpas.
Este pequeño pueblo, sin duda uno de los más hermosos y pintorescos de Morelos, mantiene activo un mercado que data de la época prehispánica (¡probablemente del año 700-1000 a.C.!).
Aunque antaño el centro social y comercial funcionaba solo con el trueque, hoy puedes encontrar la justa combinación. Mientras que por las mañanas muy temprano (a las 6 de la mañana) los sábados y domingos, puedes truequear productos como solía hacerse antes de la conquista; un poco más tarde (a las 9 de la mañana) el mercado se transforma en un espacio tradicional abierto a todos los compradores.
Lo que se trocan son productos locales y también se hace intercambio con comerciantes que vienen de Puebla. Lo más popular son frutas, verduras, alfarería, herramientas, plantas y dulces típicos. Pero también se pueden trocar y comprar riquísima cecina, quesos y lácteos, semillas, ropa y muchísimas cosas más…
El mercado se mantiene donde siempre ha estado, en la explanada central del pueblo, detrás del ex convento agustino de la Inmaculada Concepción, al que, desafortunadamente, después del sismo de 2017, ya no se tiene acceso, pero que aún inunda el horizonte visual con su cúpula aún en pie.
Este pequeño pueblo, sin duda uno de los más hermosos y pintorescos de Morelos, mantiene activo un mercado que data de la época prehispánica (¡probablemente del año 700-1000 a.C.!).
Aunque antaño el centro social y comercial funcionaba solo con el trueque, hoy puedes encontrar la justa combinación. Mientras que por las mañanas muy temprano (a las 6 de la mañana) los sábados y domingos, puedes truequear productos como solía hacerse antes de la conquista; un poco más tarde (a las 9 de la mañana) el mercado se transforma en un espacio tradicional abierto a todos los compradores.
Lo que se trocan son productos locales y también se hace intercambio con comerciantes que vienen de Puebla. Lo más popular son frutas, verduras, alfarería, herramientas, plantas y dulces típicos. Pero también se pueden trocar y comprar riquísima cecina, quesos y lácteos, semillas, ropa y muchísimas cosas más…
El mercado se mantiene donde siempre ha estado, en la explanada central del pueblo, detrás del ex convento agustino de la Inmaculada Concepción, al que, desafortunadamente, después del sismo de 2017, ya no se tiene acceso, pero que aún inunda el horizonte visual con su cúpula aún en pie.
Zacualpan es, sin duda un sitio muy especial, donde el mercado significa mucho más que un simple espacio comercial. El trueque y la noción de intercambio son aquí verdaderas formas de vida.
Las influencias culturales externas, como es natural, se cuelan por las grietas del pasado; pero en Zacualpan se sabe que vale la pena mantener vivas tantas expresiones simbólicas como sea posible.
Así, el mercado continúa siendo el centro social de este lugar. Especialmente los domingos: las familias se pasean bien vestidas, arregladas y perfumadas, para compartir un momento con sus vecinos, con sus tíos lejanos, para pasear a los niños, degustar un taquito de cecina, o un camote confitado.
Algo le podemos aprender a la gente de este municipio, que felizmente atiende a la economía local, comprando lo que producen sus conocidos y vendiendo lo que se cultiva en su tierra. Acá no hace falta la conciencia sobre el “consumo responsable” y mucho menos el delicioso sentido de comunidad que tanto añoramos en otros lados…
Fotografías: Ian Benet.
Las influencias culturales externas, como es natural, se cuelan por las grietas del pasado; pero en Zacualpan se sabe que vale la pena mantener vivas tantas expresiones simbólicas como sea posible.
Así, el mercado continúa siendo el centro social de este lugar. Especialmente los domingos: las familias se pasean bien vestidas, arregladas y perfumadas, para compartir un momento con sus vecinos, con sus tíos lejanos, para pasear a los niños, degustar un taquito de cecina, o un camote confitado.
Algo le podemos aprender a la gente de este municipio, que felizmente atiende a la economía local, comprando lo que producen sus conocidos y vendiendo lo que se cultiva en su tierra. Acá no hace falta la conciencia sobre el “consumo responsable” y mucho menos el delicioso sentido de comunidad que tanto añoramos en otros lados…
Fotografías: Ian Benet.