Alexander von Humboldt fue de los primeros en explorar los misterios naturales de México y América Latina por puro amor al conocimiento.
Nacido en 1769, en una familia aristocrática Prusiana, von Humboldt no tardó mucho en darle la espalda a sus privilegios y empezar a gastar su herencia en una audaz exploración por América Latina que le tomaría cinco años.
En esta travesía, von Humboldt y su camarada Aimé Bonpland, recorrieron la cordillera de los Andes, Colombia y Venezuela, recolectando una enorme cantidad de plantas exóticas y minerales raros para investigarlos. Como última etapa de su recorrido, se dirigieron a Acapulco, que en aquél entonces era uno de los puertos comerciales más importantes de la región. Esta fue una decisión accidentada y producida por malos cálculos de navegación, lo que impulsó a este hombre a mapear la región él mismo.
De ahí se dirigieron a la Ciudad de México, pero la única forma de recorrer las antiguas rutas de Guerrero era vía mula, por lo que tardaron varios días. Pero el explorador no perdió el tiempo y aprovechó para bocetar y hacer anotaciones sobre las formaciones montañosas y las particularidades del clima y la altitud. También recolectó información inédita sobre los pueblos del camino.
Tan conmocionado estaba el naturalista con las delicias del clima al llegar a la actual Cuernavaca, —conocida entonces como Tierra Templada— que se le ocurrió mencionar su calidad de eternidad primaveral, observación que más adelante se simplificó y se convirtió en el eslogan contemporáneo; “Cuernavaca, ciudad de la eterna primavera”.
Von Humboldt reconoció en sus viajes la belleza de la naturaleza, pero también su extrema fragilidad y vulnerabilidad respecto a los avances y efectos coloniales; la ganadería y las formas de agricultura introducidas por Europa estaban causando devastaciones ambientales y alterando los ciclos naturales del agua y el suelo.
Fue una de las primeras personas en darse cuenta de que todo en la Tierra estaba conectado y que las afectaciones de ciertas partes tenían relación directa con las demás, específicamente los ecosistemas.
Hoy en día sabemos que el cambio climático, el creciente nivel del mar y cuestiones por el estilo son todos cambios provocados por el ser humano, pero en la época de Von Humboldt era difícil, si no prácticamente imposible, pensar en esto; apenas estaba surgiendo la revolución industrial y nadie pensaba en sus impactos en la naturaleza, sólo en sus grandes ventajas para el crecimiento de las sociedades modernas.
Las aportaciones de este personaje sirvieron como cimiento para muchas disciplinas actuales, entre ellas el ambientalismo, sin el cual sería imposible hacerle frente a los radicales cambios que hemos generado en nuestro territorio.
De no escuchar las recomendaciones que desde entonces hacía este naturalista, quizá en algún momento cercano tengamos que cambiar el eslogan de nuestra ciudad primaveral y nuestra relación con muchos otros bellos lugares.