El mestizaje y la remezcla son la curiosa y caótica base de las tradiciones morelenses. No podemos evitarlo: fuimos cultivados en un sitio donde confluyen una multiplicidad de identidades y culturas. Por supuesto, las dos más relevantes son las corrientes religiosas o espirituales y, de manera particular, la religión católica y las interpretaciones contemporáneas de creencias tlahuicas, mexicas y olmecas.
Estas dos vertientes de la relación entre las personas y lo divino (una prehispánica y otra traída por los españoles) han encontrado en prácticamente todo el país, la manera de convivir y hasta de retroalimentar sus respectivos mitos, leyendas, tradiciones y rituales; reforzando, tal vez sin saberlo, nuestra inmensa diversidad cultural.
Así, no es extraño (y sin duda es motivo de fiesta) la celebración anual del nacimiento de Ce Acatl Topiltzin Quetzalcóatl, personaje que entre historias y leyendas, se ha consolidado como uno de los más importantes para los habitantes de Tepoztlán, particularmente para el pueblo de Amatlán.
La leyenda de Ce Acatl Topiltzin
Como ocurre con todos los mitos, leyendas y demás narraciones de la tradición oral, las versiones sobre la vida y muerte de Topiltzin son muchas. Se piensa que nació en el ahora poblado de Amatlán de Quetzalcóatl, el 13 de mayo de 895 d.C. Fue un gobernante muy querido por su pueblo, pues tenía una forma muy distinta de imponer su mandato. Lo que más le interesaba era construir una sociedad pacífica, dedicada a la creatividad, al saber y al arte.
Uno de sus actos icónicos fue prohibir los sacrificios humanos, pues, en su interpretación, el dios Quetzalcóatl no pedía muerte. Se dice que para sustituir estos sacrificios, comenzó por hacerse a sí mismo cortadas y a dejar su sangre en ofrenda, para no comprometer a sus súbditos. Después decidió intercambiar todo sacrificio por rituales de liberación de aves, serpientes y mariposas en lo alto de los templos. Hablaron de él diversos cronistas, como Bernardino de Sahagún y Bartolomé de las Casas. Sus datos se entrelazan con la leyenda viva de este hombre.
Una de las versiones de su historia cuenta que siendo gobernador fue tentado por Tezcatlipoca, quien lo convenció de beber pulque hasta la embriaguez (acto que estaba terminantemente prohibido para casi todos) y por ello Topiltzin fue expulsado del pueblo. Para ser perdonado por su falta, decidió inmolarse incinerándose y el humo que floto hasta el cielo se transformó en estrella.
Otras versiones se cuentan de esta historia en la península de Yucatán, a donde se cree que Topiltzin fue, después de su exilio. También se piensa que gobernó en Tula y fue allí donde rompió la abstinencia de alcohol y donde también cometió otras faltas relacionadas con la sexualidad, ganando así la divinidad “negativa” Tezcatlipoca a la civilización tolteca, que, terminó por decaer.
Sobre su muerte también hay historias distintas: algunos piensan que no se inmoló, sino que simplemente llegó a las costas del Golfo y embarcado en una balsa de serpientes se adentró en las aguas, donde desapareció y reapareció en forma de lucero celeste. Su exilio deriva en relatos de diversos viajes a otras partes de mesoamérica, donde posiblemente tuvo influencia política y enseñó sus versiones no violentas de las religiones de la época.
Como buen personaje antiguo, son muchas las caras y actos que le corresponden, pero lo que destaca es algo que todas las versiones comparten: Este Quetzalcóatl de carne y hueso, buscó humanizar los ritos divinos y en algún punto de su camino, cometió errores que fueron resarcidos con el auto-sacrificio y una promesa de volver a seguir cuidando a la tierra y a los hombres, desde el cielo.
La fiesta en su honor
Los habitantes de Amatlán consideran que, por haber nacido en su tierra este gran hombre, el territorio es sagrado y es sitio de vital importancia para toda la humanidad. La delicadeza y bondad con las que Topiltzin gobernaba, según los relatos de antaño, continúan inspirando a estos tepoztectos que, anualmente celebran su cumpleaños.
El festejo es un día dedicado al culto de antiguas creencias y también de la tierra, el maíz y la conexión indeleble con la naturaleza. Los organizadores afirman que la fiesta comenzó a realizarse hace unos 40 años y la tradición se ha mantenido, en una búsqueda de reforzar la identidad local.
El acto crucial es una ceremonia que se realiza el último domingo de mayo: por la madrugada una procesión parte desde la plaza de Amatlán hacia la montaña, con antorchas en mano. Su camino los lleva a un antiguo lugar de culto (la cienteopa), donde rezan por el surgimiento de un sol que alumbre a las próximas generaciones y que traiga cambios y ajustes sociales benéficos para todos.
Se dice que es en este sitio precisamente donde nació Quetzalcóatl. Ahí se ofrece una ofrenda de maíz, frijol y calabaza (productos de la milpa) y se danza y reza. Todo mundo está invitado a participar de esta fiesta, porque tiene en sus entrañas el espíritu comunitario y afable de Topiltzin.