Frases como “Tierra y libertad” funcionan por su efervescencia, por resumir todo un movimiento y una serie de principios en un sólo grito de guerra. Otras líneas del Caudillo —menos conocidas— enviadas en cartas a generales y terratenientes, narran el dolor y las denuncias de Zapata con una belleza desgarradora.
A continuación presentamos algunos extractos de un Zapata que también lucha desde la escritura.
Al General Victoriano Huerta:
En medio de los derechos violados, de las libertades ultrajadas, de los principios vulnerados y de la justicia escarnecida, no puede existir la paz, porque de cada boca brota un anatema, de cada conciencia un remordimiento, de cada alma un huracán de indignación
Al teniente coronel Gildardo Magaña:
(…) si las cárceles de la República están atestadas de revolucionarios dignos y viriles porque han tenido el gesto de protestar (…) ¿Cómo voy a ser tan cándido para entregarme a que se me sacrifique para satisfacción de los enemigos de la revolución? ¿y tantos otros que injustamente están recluidos como unos animales en las mazmorras metropolitanas? ¿A esto se le llama revolución triunfante?
A Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos:
(…) Por medio de los jueces, que el hacendado corrompe con su dinero, y de los prefectos o jefes políticos, que son siempre sus aliados, el gran terrateniente es, en realidad, sin ponderación, el señor de vidas y haciendas en sus vastos dominios.
A revolucionarios rusos:
Aquí como allá, hay grandes señores, inhumanos, codiciosos y crueles que de padres a hijos han venido explotando hasta la tortura a grandes masas de campesinos. Y aquí como allá los hombres esclavizados, los hombres de conciencia dormida, empiezan a despertar, a sacudirse, a agitarse, a castigar.
Al General Lucio Blanco:
Fuimos prudentes hasta lo increíble. (…) Yo estoy resuelto a luchar contra todo y contra todos sin más baluarte que la confianza, el cariño y el apoyo de mi pueblo.
Estas líneas reflejan a Zapata como un personaje profundamente herido por la injusticia que acontece frente a él, pero a diferencia de algunos de sus colegas revolucionarios, nunca se doblegó ni le dió la espalda a los principios que para él fueron la única bandera.
Tal vez estas líneas parecen hoy dolorosas, pero también nos muestran un proyecto de país cuyas aspiraciones aún resuenan tremendamente en muchos de nosotros.