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¡Así se ve la fiesta morelense! Tienes que vivirla…

Las tradiciones florecen y decoran cada rincón de nuestra cotidianidad… ¿Quieres verlo?

En Morelos estamos íntimamente conectados con dos grandes territorios: la tierra y el cielo. Como es cotidiano (y, francamente precioso) en los sitios rurales de México, la tierra es el sustento directo del cuerpo; es lo que dicta las actividades del día a día; es la casa que con sus climas y relieves nos abraza, lastima, alimenta y forma. Así, también el cielo: espacio donde moran lo divino, los antepasados, las fuerzas celestiales y los dioses.

En un sitio de mestizaje profundo como Morelos, con pueblos indígenas que palpitan con fuerza, la divinidad tiene un doble sentido o doble naturaleza. Y, casi de forma natural, los dioses prehispánicos, el católico y el poder trascendental de la madre tierra se reúnen en una sola gran energía que hincha de devoción.

Las fiestas patronales, curiosamente ligadas con los ciclos de siembra, se transforman así en celebraciones muy serias, que reafirman el propio vínculo con esta divinidad múltiple. Son preciosas las largas procesiones de sujetos cargando ceras decoradas, flores y santos, acompañados por personajes que a través de sus danzas narran las historias del pueblo. Si no has vivido una de estas celebraciones, vas a quedar fascinado con la dedicación, el cariño, los rituales y cada uno de los detalles que la componen.

Los alimentos y bebidas son, sin duda un fragmento esencial. Los mejores y más tradicionales platillos se reservan para los días de celebración. Cada uno conlleva una considerable cantidad de tiempo y trabajo. Pero vale la pena cocinar y decorar en grande; para abrir las puertas de las casas; recibir a propios y forasteros, y darles de comer en nombre de los santos y los dioses.

La música también se guarda un papel importante, casi siempre interpretada por las tradicionales bandas de viento y es amorosamente danzada, entonada o simplemente acompañada por rezos. Los presentes a las fiestas morelenses están bien presentes; pues cada una es un recuerdo de lo vital que es la vida comunitaria.

¡Tienes que sentirlo!