Las vidas de Tepoztécatl, nuestro héroe de leyenda, nos hablan de la propia historia de Morelos. Este mítico personaje es central en la narrativa de algunos de los momentos más tensos de la región: épocas de consolidación del territorio, desde sus orígenes indígenas hasta la entrada de la iglesia católica. Este dios, este hombre, este héroe encarna nuestra diversidad y nuestro peculiar origen. Vale la pena descubrir cada una de sus caras. Te contamos las leyendas que le dieron vida.
El personaje divino y etéreo
Esta primera fase coloca a Tepoztécatl en los cielos: se le describe como Dios del pulque, por haberlo inventado junto a MayahueI y Patécatl, quienes supieron agujerear el maguey y añadir raíces al aguamiel en la montaña hirviente: el volcán Chichinautzin.
El pulque resulta un elemento fundamental en las costumbres antiguas, porque era reservado para aquellos en contacto con los dioses: los tomadores de decisiones. Se cuenta que 11 personalidades conformaban este grupo. Entre ellos Ome Totchtil, Yauhtécatl, Totoltécatl y Tepoztécatl.
Este brebaje místico les inducía diferentes estados mentales y la capacidad de transformarse en animales, dependiendo del caso. Al parecer, la potencia del pulque se medía en conejos, yendo del uno al cuatrocientos. Por esta razón, Ome Tochtli, compañero de Tepoztécatl, cuyo nombre significa Dos-Conejo, siempre veía doble.
El grupo se reunía en el cráter del volcán a tomar decisiones con respecto a los conflictos bélicos, la expansión de sus territorios, la distribución de los recursos y en general todos los asuntos políticos de la región.
El héroe épico
Como es común entre los héroes, la infancia de Tepoztécatl fue una época difícil. La procedencia de este personaje es confusa. Concebido entre el viento y un trozo de jade en una poza mística, poseía capacidades que contrastaban enormemente con las de otros niños; lo que también hacía que fuera temido por sus padres adoptivos. Estos intentaron deshacerse de él, dejándolo abandonado sobre un hormiguero, pero en lugar de ser devorado, las hormigas le llevaron comida. Después lo metieron entre las pencas de un maguey, pero este lo alimentó con gotas de aguamiel. Ya en su juventud empezó a ser respetado por sus increíbles dotes de cazador y eventualmente sería lanzado a la acción que le daría su fama legendaria.
El pueblo de Tepoztlán tenía que mandar todos los años tributos y trabajadores a la gran ciudad de Xochicalco, así que TepoztécatI se ofreció como voluntario. Inició así el viaje en compañía de representantes del bestial Xochicálcatl, el monstruo que reinaba la ciudad. Durante el trayecto hizo alarde de las capacidades que siempre lo han caracterizado, como convertir en piedra a tres de los representantes y dibujar en la tierra golondrinas que levantan el vuelo.
Según cuenta la leyenda, al llegar a Xochicalco, la bestia enojada y hambrienta ordena que se cocine a Tepoztécatl, pero él no se deja ablandar por el agua hirviente y Xochicálcatl decide comérselo crudo, de un bocado. Este será un error fatal, por ignorar el hecho de que en el camino Tepoztécatl ha recogido unas afiladas obsidianas, que usará para cortar el estómago del monstruo desde dentro, permitiéndole salir triunfante y liberar a Tepoztlán.
De regreso, borracho de gloria, Tepoztécatl pasa por una gran fiesta en Cuauhnahuac, donde le niegan el acceso por su apariencia tan lamentable, luego de su escape triunfal a través de las entrañas del monstruo, así que decide colarse a esta fiesta y robarle a los músicos su teponaztle.
Se dice que en la huida, burlándose de sus perseguidores, abría grandes barrancas utilizando solamente el poder de su orina. Finalmente llega a los cerros de Tepoztlán, donde se le escucha tocar victorioso el instrumento robado. Un fin de semana fuera de serie, por ponerlo de la forma más simple.
Tepoztón, sujeto decadente
Esta cara del héroe es conocida como Tepoztón. Forma parte del momento en el que España inicia la nueva administración de América; Tepoztlán se ve sujeto al poder ejercido desde la ciudad mexica-hispana. El Tepoztón se ve obligado a trabajar en la ciudad y, una vez ahí, lo abducen y es convertido al catolicismo. La fuerza laboral proporcionada por estos pueblos permitió la construcción del Templo Mayor inaugurada por el tlatoani Ahuízotl, en 1487.
Al volver a su pueblo natal, el Tepoztón levanta su propia casa perdida en el cerro y se retira a la soledad, todavía temido por sus poderes de antaño y su relación con el viento y los animales; aunque, comparado con sus triunfos en Xochicalco, se le ve ínfimo, sometido a la voluntad de otros.
El Tepozteco apasionado
Como líder del pueblo, para defender sus antiguas costumbres, acepta realizar una prueba de fé contra el fray católico Domingo de la Anunciación. Ambos lanzan representaciones de sus dioses desde lo más alto del templo. Tepoztécatl lanza a un Ometochtli de piedra y el fraile lanza a Jesucristo en una cruz de metal. La piedra se rompe y la cruz no se lastima en absoluto. Como pierde la prueba, acepta ser bautizado y convertirse a la religión católica.
Obligado a cuadrarse ante la nueva religión, esta personalidad, conocida con el alias de Tepozteco comienza a propagar la fé entre los pueblos vecinos. El Tepozteco es reconocido por su enorme capacidad de traducir la nueva doctrina en términos que los pobladores nativos pueden entender. Pero sus compañeros están furiosos y confundidos, pues el representante del culto al pulque se ha hecho a la religión española. En un episodio muy especial retan al Tepozteco. Apasionado por su nueva fé, el héroe termina por convencer a sus hermanos y todos se unen felices a este nuevo mundo mestizo.
En este mosaico de personalidades, resaltan las armas que representan cada momento: el hacha, la navaja de obsidiana, el azadón y finalmente el estandarte español. Las diferentes vidas de Tepoztécatl nos muestran la forma en la que se ha conformado esta polémica región, inundada de cosmogonías y de batallas, que hasta la fecha continúa en pugna: a veces se rechaza al invasor, a veces se le rinde tributo. Tepoztécatl: borracho y loco; libertador de los pueblos; ávido trabajador de la tierra; dios del pulque y apasionado de lo ajeno. Ante todo un guerrero.
*Fuente de consulta: “Las cuatro vidas de Tepoztécatl” de Gordon Brotherston. Consulta el texto completo aquí.