Entre toda la belleza que envuelve al municipio de Tepoztlán, posiblemente el detalle más encantador y la cualidad más querida, es la fuerza de sus pobladores. Los habitantes del Pueblo Mágico tienen una larga historia de luchas políticas, sociales y culturales y tienen lugar cada vez que es necesario defender los legados que estas personas han heredado y custodian; especialmente su tierra.
Como en otras regiones rurales del país, en Tepoztlán la conciencia sobre la importancia de la tierra es una equilibrada combinación de miradas en favor de la sustentabilidad y la conservación y creencias místicas que comprenden al territorio natural como un territorio sagrado, no como un simple espacio. Así, no es nada fácil renunciar al territorio, menos para verlo transformado en grandes complejos de entretenimiento pensados solo para algunos grupos sociales.
En general, los modelos turísticos de Morelos están cambiando, pues los pobladores quieren hacer de sus municipios sitios “atractivos”, pero bien auténticos, que no tengan que sufrir grandes modificaciones para poder encantar viajeros. Al contrario, le apuestan a conservar, a promover experiencias locales.
Puede ser que a esta potencia, a estas ganas de mantener viva una identidad colectiva, le debemos el hecho de que Tepoztlán continúe siendo uno de los sitios más increíbles de México. Pero detrás de las maravillas que los viajeros experimentan (especialmente las bellezas naturales) hay tremendos relatos de lucha.
Uno de los más relevantes y bien recordados data de 1995, cuando se anunció el proyecto para construir un club de golf en el pueblo. El asunto no había sido consultado con las comunidades locales, que decidieron oponerse de forma activa; especialmente porque las tierras donde tenía pensado instalarse el club eran de propiedad comunal y formaban parte del Parque Nacional (que actualmente es una de nuestras Áreas Naturales Protegidas). Protestar no fue suficiente y los pobladores con un fuerte espíritu zapatista tomaron el palacio municipal y realizaron otros actos para frenar el proyecto.
Uno de los más memorables fue “La Batalla de las Cacerolas”, episodio donde un grupo de mujeres salieron a las calles a hacer ruido con los utensilios de sus cocinas. Los testimonios de tres de las resistentes señoras fueron recogidos para la realización de un documental que en 2017 ganó el tercer lugar del festival Ecofilm. Sin embargo, las mujeres no solo participaron en este maravilloso episodio. Durante todo el proceso de resistencia marcharon, se manifestaron y ayudaron a mantener a la comunidad en pie y con ganas, tal vez preparando comida y organizando acciones. Y es que, en esta línea de historias, las de resistencia política, las mujeres aparecen a veces como personajes secundarios, pero no lo son. Todas y todos los interesados se dejan de sus etiquetas para moverse por la causa común y hay que celebrarlo.
Cuando tengas la fortuna de poner pie en el hermoso Tepoztlán, piensa el estas increíbles mujeres haciendo sonar sus cacerolas…