La curiosa historia del primer arqueólogo que sacó a relucir el pasado morelense
30 / mayo / 2018

De entre todas sus hipótesis, quizá la más querida y descabellada nos dice que la agricultura de este lado del mundo nació en Morelos.

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¿Sería muy extraño afirmar que indagamos en el pasado para darle legitimidad al presente? Tal vez buscar el origen de las cosas equivale a buscarles razón de ser. Entonces, a todos esos que se dedican a contarnos la historia, les debemos, en diferentes medidas la consistencia de nuestra identidad. Sin duda en Morelos a quien mucho le debemos en este sentido es a Don Francisco Plancarte y Navarrete, el primer arqueólogo en sacar a relucir la grandeza histórica de esta tierra.

Quien fuera obispo en Campeche y después en Cuernavaca, es mucho más conocido en nuestros días por sus labores como investigador de la historia prehispánica. Además de estudioso fue un ávido excavador y coleccionista de ídolos, vasijas, pequeñas esculturas y otras evidencias del pasado olmeca y purépecha (muchas de ellas encontradas en Tlayacapan, las otras en diversas partes del país). Pero sí que era un verdadero erudito. Tenía doctorados en filosofía, teología y derecho y sabía hablar latín, griego, hebreo, inglés, francés e italiano. Además fue nombrado miembro fundador de la Academia Mexicana de la Historia en 1919, cuando regresó después de haber sido desterrado en la Revolución.

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Vasija encontrada recientemente en Tlayacapan.

Dos de sus obras más relevantes siguen siendo lecturas básicas para los estudiantes morelenses “Apuntes para la geografía del Estado de Morelos” y “Tamoanchán: el estado de Morelos y el principio de la civilización en México.” La segunda es particularmente interesante. Y es que de entre todas sus hipótesis, quizá la más querida y descabellada nos dice que la agricultura de este lado del mundo nació en nuestro estado y esto lo desarrolla en el famoso y controversial libro.

La fértil tierra de nuestra estado. Fotografía: Ian Benet.

Con base en diversas crónicas, la exploración de ruinas y los tesoros obtenidos durante sus excavaciones, se convenció de que Morelos fue parte de una “misteriosa comarca” llamada Tamoanchán, lugar donde comenzó la agricultura americana. Así, en palabras de Don Miguel Salinas Alanis (1934), “de Morelos, como de un foco luminoso, irradió la civilización, extendiéndose desde el Bravo y Sonora hasta el Istmo de Panamá, y desde las playas del Mar del Sur hasta las costas del Seno Mexicano.”

Xochicalco.

Pero eso no era todo; su idea era realmente interesante. Decidió también que las civilizaciones americanas habían llegado desde Europa y, para probarlo, hizo cuidadosos estudios donde compara la mitología de los nahuas con la de países como Grecia y Roma. Así se explica por qué, a pesar de haber llamado a Morelos cuna de la agricultura, los revolucionarios (casi todos campesinos, con ascendencia indígena) se decidieron a expulsarlo. En cierto sentido lo tenía bien merecido. Pero de todas maneras es bien recordado, es evidente que la fértil tierra (donde por igual florecen plantas y culturas) lo había dejado gratamente sorprendido.

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